Han transcurrido poco
más dos meses y medio de este 2017 y ya se me acumulan las lecturas. Será que
febrero tiene menos días, o será mi sino: No
tener suficiente tiempo para leer todo lo que quiero leer.
Mi mejor lectura en
2016 no procedía de las mesas de novedades literarias del pasado año. Fue un
regalo de alguien que conoce muy bien mis gustos y deseos y que conocía al
autor mejor que yo. Disfruté enormemente el pasado año con la lectura de “Bella
del Señor”, de Albert Cohen. De las mejores novelas que he leído en toda mi
vida, con permiso de Madame Bovary.
Es una novela pesimista,
muy pesimista sobre el amor. Es dolorosa tanto por su análisis de los celos
como por el relato de la seducción o por su pesimismo radical, casi metafísico,
respecto al mito del amor puro.
Detecto en ella mucha
influencia de Joyce y su Ulises. La diferencia es que esto se entiende, o yo lo
entiendo, mientras Joyce me hizo sufrir mucho con su obra cumbre cuando logré
completarla en un segundo intento. Me costó mucho y no la disfruté y con Cohen, me resultó muy fácil engullir sus 782
páginas pero, a la vez, disfrutándolas y paladeándolas.
Es una novela
absolutamente recomendable y magistralmente escrita. Si es usted descreído del
amor, amable lector, no hay problema. Si quiere seguir siendo un romántico
empedernido, le recomiendo que no la lea. Su influencia puede ser letal. Ahora
bien, se estará perdiendo una de las mejores novelas de la literatura
universal.
En todo caso, el autor
deja claras un par de verdades sobre el amor, de las que creo que no todo el
mundo es consciente y que me permito
destacar:
-Respecto
a los hombres que creen que querer a una mujer o su idea del amor verdadero es
querer a una mujer para quererse a sí mismos. Nada más lejos de la realidad del
amor. Querer a una mujer quiere decir precisamente eso: quererla a ella. Y los que sólo amen a mujeres con el
objeto de amarse a sí mismos, van a morirse sin saber lo que es el amor
verdadero.
-Y
respecto a las mujeres, sobre todo a las mujeres hermosas y sexualmente
atractivas, les deja bien clara una cosa que puede parecer evidente, pero que
no lo es para muchas mujeres guapas: que
una cosa es que te deseen y otra bien distinta que te quieran de verdad. Lo
primero siempre resulta más sencillo para mujeres muy atractivas que corren el
riesgo, si no saben discernir, de caer en la trampa, en la que ellas mismas se
ponen a veces. Un perfecto ejemplo es Marylin Monroe. Atractivo físico nunca le
faltó; lo que le faltó es que la supieran querer bien y, por eso, de manera más
o menos directa, por eso murió. En una versión más castiza, “la suerte de la
fea, la guapa la desea”. A la fea, si la quieren, la quieren de verdad. No ha
lugar a confusión de ningún tipo. El sex appeal es un arma de doble filo que es
preciso saber usar y poner los medios para evitar un dolor innecesario. En caso
contrario se puede convertir, para la mujer que tiene gran atractivo sexual
para los hombres – y la que lo tiene, lo sabe –, en un mecanismo de
autodestrucción.
Le
dejo un par de frases gloriosas del libro:
1. “Qué
bien te sienta este trabajo oh cuán noble
natural tu rostro pero por qué he de montarte continuamente para hacerte
feliz qué lástima mi amor…”
2. “Las mujeres confunden ser amadas
con ser deseadas. Qué error”.
Suscribo las palabras
de Claude Lanzman sobre esta novela: “Es un monumento, una milagrosa y
prodigiosa obra maestra que lo iguala a los más grandes novelistas de la
literatura universal…Se impone con la misma necesidad clásica que Shakespeare,
Proust, Rabelais, Joyce o los grandes profetas del Antiguo Testamento…”
O Muñoz Molina que dice
de él: “En las páginas de Cohen, como en las de Cervantes o Joyce, está el
limo sagrado de toda la literatura".
Que la disfrute, amable
lector, si decide leerla, pero si deja de creer en el amor, no me diga que no
le he avisado. La que avisa…
A ver qué me depara 2017 en cuanto a lecturas. De momento, he recibido como regalo en febrero esta maravilla, que compendia música y literatura.
Un lujazo de edición. Espléndida la foto de Alicia de Larrocha con Horowitz y Arrau, tras su concierto en el Carnegie Hall en 1982, entre muchas otras. Con CD inédito incluido. Un placer literario y musical.
Un lujazo de edición. Espléndida la foto de Alicia de Larrocha con Horowitz y Arrau, tras su concierto en el Carnegie Hall en 1982, entre muchas otras. Con CD inédito incluido. Un placer literario y musical.